¿Nos desinfoxicamos?

El término infoxicación surgió hace unos años para definir la limitación humana para procesar toda la información que le rodea: una suma de palabras (Información + Intoxicación) que da un fruto poco alentador pero que se ha convertido en el símbolo de la actualidad.

Una bibliotecaria que me proveía de libros en la infancia me dijo una vez que debía elegir bien los que me llevaba a casa porque en el mundo había más libros que los que podría leer en varias vidas. Así, no solo las propias lecturas, sino la misma selección de ellas, se convertían en una cotidiana aventura con la finalidad de no dedicar tiempo a aquello que no iba a satisfacer los gustos o las necesidades del momento. Pero las estanterías eran muy largas y contenían infinidad de páginas y el proceso podía llegar a provocar ansiedad. De esa manera supe que existían personas con profesiones que ayudaban en la aventura: machetes humanos que limpiaban la selva para abrir camino entre tanta liana. Me costó, eso sí, comprender la importancia de esas personas llevando el foco hacia una parte de la estantería o hacia el otro, porque el resultado variaba sustancialmente.

El neologismo infoxicación, creado por Alfons Cornellá, trae a primera línea la metafórica estantería de la biblioteca infantil y se convierte en la imposibilidad de interiorizar y de digerir intelectualmente los mensajes que nos rodean. Este término, no obstante, tiene múltiples dimensiones: infoxicación cuantitativa, es decir, por volumen (el ‘hay más libros de los que leerías en varias vidas’ de mi bibliotecaria de cabecera), pero también infoxicación cualitativa (el machete con el que la bibliotecaria me encaminaba a través de la selva de estanterías).

En estos tiempos de pantallazos, fake news y rotativas digitales non stop, necesitamos someternos a un proceso de desinfoxicación y necesitamos profesionales que nos ayuden. Las personas que trabajan en los campos de la Documentación, la Biblioteconomía y la Archivística deberían ocupar la vanguardia de empresas y administraciones con el fin de limpiar y abrir senda en la maraña de informaciones ruidosas, estridentes y desechables. Deberíamos acabar con la cultura del ‘usar y tirar’ también en lo relativo a la información, y entender que no tenemos tanto tiempo ni espacio en una vida como para desperdiciarlo en aquello que nos provoca migrañas y hasta vacíos en la memoria… no RAM 😉